martes, 20 de octubre de 2020

Kadabra: Poca magia en una cervecería artesanal




Lo que antiguamente era el búho, perteneciente a la bodega regia en un rinconcito dentro de una calle que une el mercado de abastos con la Calle Ancha, se ha reconvertido en un lugar más moderno entre maderas suaves y tonos blancos con botellas de crital en el techo que penden de cuerdas y bailan con sólo una brisa de aire.

Kadabra es una de esas cervezas artesanas que se han creado en León y ahora maridan comidas y cenas y en este restaurante que lleva su nombre.

Para empezar yo soy aficionado a la cerveza, pero las artesanas en su mayoría no terminan de convencerme, siguen sabiendome demasiado a esa fermentación que hacen convertir esos cereales y esas levaduras en ese brevaje tan espumoso y antiguo que nos hidrata el gaznate.

El tamaño de las cañas a mi parecer es algo escaso, más y cuando vas a cenar, pero dicen que lo bueno si breve dos veces bueno. En este caso, es una cantidad justa ya que son cervezas "fuertes" de sabor y las pintas en su exceso, acaban calentandose, algo estupendo en Reino Unido, pero no aquí, donde nos gusta bien fría.

Empezamos la cena con unas olivas encurtidas con pimentón, algo que siempre acompaña bien una cerveza y te ameniza la espera. En este caso, una espera algo más allá de los treinta minutos, que se hace tediosa y sobre todo si la bebida es pequeña.
Pero la espera era amenizada no sólo por el camarero que nos atendió, si no por otro que quería saber si habiamos pedido ya, el primero saber si habíamos pedido una pizza u otra y el tercero en discordia que nos traía la comida y se equicovaba de platos.

Aparte del servicio, lo que nos interesa es la comida: Para compartir es un buen sitio y en nuestro caso nos decantamos por las costillas de cerdo marinadas en cerveza y naranja. Jugosas, tiernas y con un toque diferente.
En este caso para dos personas era un gran plato para llenar un buen estómago, pero como nos gusta el comer, seguimos con una pizza nórdica, de salmón ahumado, queso cremoso y eneldo.
Una base de pan diferente al resto que he probado, con un toque dulce, especiado, fina y crujiente, me gustó bastante a la par que el conjunto que lo tapaba por encima.

Para terminar un brownie de chocolate, con nueces, base crujiente y esponjoso en su interior y acompañado de un helado de vainilla para refrescar.

Sin lugar a dudas, es un sitio con encanto, diferente dentro de León, pero al cual le falta algo de magia en su carta, algo que les distinga más aún y sobre todo mejorar un servicio de camareros en el cual uno con su tecnología en mano, sea más que suficiente para atender y llevar el servicio de la misma mesa.

Comida: 2,5
Local: 3
Servicio: 1,5

Valoración: ★★★☆☆



domingo, 29 de julio de 2018

Pagus: Franquicia italiana traída a León.

Sitio nuevo en León, pequeño y con una cocina de cara a los clientes.
Italiano clásico, con pastas, arroces, carnes, ensaladas y postres típicos.

Nos decantamos por platos para compartir y probar varias opciones. 
El servicio para ser un lugar pequeño, es bastante lento en cuanto a atención, pero el trato muy correcto en amabilidad.

Comenzamos con una ensalada con mozzarella, tomate y nueces. Nada del otro mundo, muy abundante pero era mezclum de bolsa ya hecho y no tenía mucha gracia porque el aliño era básico de aceite y vinagre balsámico.

Fuimos a este lugar por buenas críticas ya que hacen pasta fresca y la verdad eso nos gusta bastante, pero, no fue tanto como las expectativas nos habían guiado a este lugar.
Se supone que sólo tienen tres fogones, por lo cual solo pueden hacer a la vez tres platos a la vez...cosa que no es muy bueno porque ralentiza el servicio, aunque entiendo que lo quieran hacer así para dar la mejor versión de cada pasta fresca.

Pedimos la pasta carbonara que nos apasiona y nos habíamos dicho que era la original y buenísima.
No debió ser el día. Nada sedosa, seca, llegó fría y fue decepcionante. Lo único que sí puedo decir es que era original ya que llevaba yema de huevo, mucha pimienta negra y guanciale, lo cual le cambia todo el sabor y eso le hace puntuar alto.

Para mi algo que me falló más aún que la pasta, fue el risotto de hongos, ración escasa, plano de color y plano de sabor. No se intuía esa melosidad que dan fama a los risottos y ese color pardo tirando a marrón que proporcionan las buenas setas con las que se suele hacer el risotto de hongos.

Y para terminar nos fuimos a un clásico como es el tiramisú y una tarta de queso con frutos rojos, mi favorita y quizá lo que más me gustó de todo, ya que el tiramisú nos decepcionó también al no tener ese sabor tan típico y esa untuosidad característico de un postre tan italiano como todo lo anterior.

Un sitio que merece una segunda oportunidad para volver a probar la pasta y sobre todo  la calidad de las carnes a la piedra.


Comida: 2,5
Local: 3
Servicio: 2,5

Valoración: ★★★☆☆2,6

martes, 21 de noviembre de 2017

The pits, ribs & wings: Un americano en León.

En la zona de la palomera, en León, en un pequeño rincón escondido encontramos un restaurante modesto en tamaño, al más puro estilo americano.

Matriculas de coche y de motos en las paredes, manteles de cuadros rojos y blancos que instan a ese tipo de lugares que tantas veces hemos visto por la televisión.

Se basa en una cervecería artesanal y una comida de las llamadas "fast food", pero no fue el caso.
No soy un fanático de las cervezas artesanas, tampoco un entendido, pero después de haber probado otras dos cervecerías que elaboran sus propias cervezas, esta no me gustó debido a su potente sabor a fermentado.

Desde que pedimos la bebida hasta llegar la comida, tardaron más de veinte minutos de reloj y al fin, llegaron los entrantes.
Una Onion blossom, o lo que es lo mismo, una cebolla abierta a modo de flor, rebozada y frita, acompañada de una salsa de miel y mostaza. Combinación nefasta a mi parecer, la salsa pasada de sabor a miel y una cebolla simplemente rebozada, sin sabor, sin aroma y con mucho agua en su interior, nada agradable al paladar.

A continuación llegaron los Mac&Chesse, unos cuadrados de macarrones con queso, rebozados en huevo y pan rallado con una salsa BBQ para mojar. Sin gracia, algo secos para llevar queso y agradables en boca gracias a que se podían embadurnar en la salsa.

El plato principal, el cual se hizo de rogar otros quince minutos, servido en las típicas bandejas rojas de plástico, con servilleta de cuadros, un sandwich de pulled pork, deshilachado y acompañado de la tipica ensalada coleslaw y unas patatas fritas. Quizá fuera el mejor plato, habiendo probado todo lo anterior. Un sandwich crujiente, jugoso y con buen sabor.

Terminamos con una tarta brownie de chocolate bastante seca y dura, con sabor a miel, recordandonos a los tres comensales, a la salsa del primer entrante, un helado de nata y un sirope de fresa que estaba rico, debido a su sabor a piruleta.

No es un sitio de comida rápida ni mucho menos, no es un sitio al que tenga pensado ir por ahora y cuando vuelva, le quiero dar la oportunidad a algo más estilo americano como pueden ser las alitas y las costillas bbq.

Comida: 2
Local: 3
Servicio: 2

Valoración: ★★☆☆  2,3

miércoles, 18 de octubre de 2017

Casa Yordas: restaurante en la montaña de Omaña que despierta mi literatura.

Un día de finales de verano en el que las hojas ya empiezan a caer, aún con calor, pero con esas nubes y esa brisa que anuncian que un cambio de estación llegará con premura, antes si cabe, a la montaña leonesa.

Pusimos rumbo a la zona de Omaña, pasando por una decena de pueblos, para llegar a Pandorado, lugar pequeño de montaña, anchas praderas y un pequeño santuario que data del siglo XVII.

Decidimos ir a comer  a un restaruante muy casero, movidos por los comentarios de muchos conocidos que allí habían ido a parar.
Casa Yordas, con un nombre más deportivo que gastronómico, se encuentra ubicado a uno de los laterales de la carretera que cruza el pueblo.
Una pequeña casa, a la que entras y cruzas un recibidor, con un mostrador de madera que da a la cocina y el cual cruzando una puerta, te transporta a un salón comedor de ocho mesas de madera con bancos, sillas y artilugios típicos de una casa de pueblo tradicional.

Lo que más llama la atención es un pequeño rincón con una chimenea enorme en el techo, donde antiguamente en el centro de ese rincón, con piedras al rededor y leña, hicieran las delicias de guisos y potajes que aquella época tenían por costumbre comer.

Una señora muy amable, con voz dulce y una sonrisa nos ofrece el menú del día en papel, escrito a mano pero con una caligrafia más que correcta.
Ofertaban cuatro primeros, otros tantos de segundos y unos cuantos más de postre.

Me decanté por unos ravioli de carne y queso, que no eran muy tipicos leoneses, pero si era lo que más me tiraba (además, sabía que podría probar de otro plato ajeno para poder dar más opinión)
Un plato contundente, caliente, sabroso y sobre todo cremoso, que te hacía entrar en materia aunque tú no quisieras. 
Probé el arroz con pulpo, chipirones y almejas, para mi gusto algo pasado de punto, pero yo soy de la vieja escuela, me gusta al dente, aunque el sabor fuera lo que más predominaba en el plato.

A continuación sí que no podía faltar un guiso, a fuego lento, de fogón, de esos que te inundan cuerpo y mente y te transportan a lo clásico, a lo que siempre fue, es y será.
Un buen plato de carne guisada. patatas y setas para guarnecer un plato, que casí se podía comer con cuchara. Lleno de sabor, de tradición y que llenaba el buche y aún así no se podía parar.

Un detalle a tener en cuenta, es que nos trajeron con los segundos platos, un bol de ensalada de lo más fresca, con tomate, lechuga crujiente y cebolla, un clásico y que se notaba que venía, si no de detrás de la casa, de una huerta muy cercana.

No podíamos irnos sin un postre, para aligerar esa comida tan abundante y en mi caso, una mousse de limón, en copa, esponjosa, fría y sí, después de mucho tiempo y muchas mousses probadas en distintos restaurantes, con mucho sabor a limón natural.

Un hombre como yo, que día a día se hizó y se hace más moderno con la alta cocina, la química molecular y el arte del buen hacer, no se olivda de lo clásico, de los sabores de verdad, de las bases... y es por eso que en lugares como este, es donde más me gusta comer al final, porque lo bueno y lo que viene de nuestras raíces, es lo que nunca nos cansa.

Nunca será reconocido por una guia michelin, o una guía repsol, pero como suelen nombrar ambos, es un lugar alejado, al que merece la pena acercarse.

Comida: 4,5
Local: 4
Servicio: 4

Valoración: ★★★★☆ 4,1

miércoles, 28 de junio de 2017

Restaurante Enara: Pequeño hotel con encanto

Tras hospedarnos aquí, cerca de todos los lugares céntricos e interesantes de Valladolid, el primer día me fijé en su carta escrita en una pizarra, con varios colores, buena letra e interesantes precios en platos que a priori se suelen disparar al alza con sus nombres típicos.

Este último día antes de regresar, decidimos comer aquí, pero estaba lleno con 54 personas, pero esto no nos impidió irnos con el estómago lleno. Nos acomodaron en una de las mesas altas y pudimos comer.

Platos abundantes a buenos precios y para compartir estupendamente.
Empezamos por un plato que siempre se eleva su precio a pesar de ser algo de lo más barato en el mercado: Risotto de hongos, verduras a la plancha y teja de parmesano por tan sólo 6€.
Lo mejor de todo esto no era sólo el precio, si no que era abundante sin pasarse y la calidad de los boletus y las verduras excepcionales, por no hablar de la melosidad y el punto perfecto del arroz. Un gran entrante.

Para continuar con la comida, nos decantamos por otro producto que siempre se enaltece: Pulpo con parmentiere de patata y chutney de calabaza, exquisito.
Desde que hace años probé el pulpo a la plancha, me enamoré y si encima lo acompañas de patata sedosa y nada recalentada y le aportas un sabor especiado, dulce y algo picante como es un chutney de calabaza, el plato toma otra presencia y varías en cuanto a modo de comer un pulpo que normalmente ronda los 14-15€ de media en la mayoría de los restaurantes. Aquí tan sólo 8,50€ y nuevamente abundante.

Quizás el postre fue lo que no terminó de convencer, mousse de chocolate blanco en dos bolas y gel de mango. Rico de sabor, fresco, pero tenía muchos pelos de la parte central del hueso del mango y hacía que los últimos bocados no fueran nada agradables.
Aún y todo, tanto el trato, como el lugar y la comida son de notable, sin duda alguna el hotel en general es para repetir y recomendar al 100%.

Comida: 4
Local: 4
Servicio: 4


Valoración: ★★★★4




lunes, 26 de junio de 2017

Cafe del norte: Necesita calibrar la brújula

http://elcafedelnorte.es/

Un bonito café del 1861, reformado y con una cara más moderna pero respetando lo clásico, se emplaza en una de las caras de la plaza mayor de Valladolid.
Nos decantamos por este lugar que contiene varios menús y movidos por las críticas más favorables que tenía en diferentes webs de gastronomía y viajes.

Un menú nocturno de fin de semana de 22,90 nada elevado para los platos y productos que ofrecen en su carta pero que como pudimos observar, en cuanto a trato del ingrediente no merecía tanto la pena.


Comenzamos con un pastel de puerros, jugoso y esponjoso acompañado de una salsa de micuit y parmesano, una mezcla que suena peculiar pero que bien equilibrada, resultó ser perfecta para napar el pastel.
Seguido de esto, algo que todo el mundo ponía de sobresaliente y a lo cual yo discrepé en un punto.
El arroz meloso con bogavante, era más una sopa que otra cosa, es una de las dos pegas pero importante, ya que el punto del arroz era el idóneo, el sabor muy potente y un bogavante a la mitad  bien lleno de carne, pero que se hacía tedioso a la hora de comer, ya que con tanto caldo y las pinzas para partir se volvía complejo, más y cuando llevas una camisa blanca.
A raíz de esto, comentar que el servicio fue lento y agobiante a la vez, ya que eran dos camareros los que atendian todas las mesas a la vez y no era muy coordinado. Agobiante, porque un plato de arroz con una pieza de marisco grande, lleva su tiempo y no me gustó que pasarán cada dos minutos en los quince minutos que tardamos en acabar el plato. Para más inri, no hubo espacio entre primeros y segundos, levantaron los platos y ya tenían los segundos en la mesa.

Los segundos platos fueron algo más decepcionantes, muy seguidos de los primeros como ya he dicho y encima fríos.
Un bacalao confitado con pisto castellano. Bacalao, pasado levemente de sal y seco, no se veía el confitado por ninguna parte y un pisto castellano falto de jugo y de tomate, todo ello coronado con un huevo de codorniz plano y con la yema cocida y excesivos germinados alrededor del plato.
A continuación un magret de pato en supremas con patatas fritas, pimientos del padrón, salsa de manzana ácida y reducción de vino.
Buenos productos, salsas más que correctas... pero el punto del magret muy pasado.
Cuando cocinas el magret sueles hacerlo entero o en mitades, pero nunca como en este caso: trocearlo en laminas y marcarlo por ambos lados, esto hace que se te pase el punto de cocción, la grasa quede blanda y por tanto no sea nada tierno a la hora de masticarlo.

Para terminar con los postres, una copa de mousse de limón y yogurt griego con piñones, el cual para mi paladar estaba falto de dicho cítrico y sabía más a leche merengueda que a cualquiera de los ingredientes que nombraban.
Como segundo postre que probamos, un brownie de chocolate hecho en molde de magdalena, con un helado de turrón o caramelo, no se sabía ya que tenía regusto raro y una crema de chocolate negro y otra de limón, que resultó ser la misma que la del postre anterior.

Ibamos con unas expectativas diferentes, para ser una de las grandes capitales de España y ubicado en plena plazo mayor, esperabamos algo más. Como bien digo en el título, un cambio de dirección para encontrar ese norte, no vendría del todo mal.

Comida: 2
Local: 3
Servicio: 1,5


Valoración: ★★☆☆2,1






lunes, 19 de junio de 2017

Villa paramesa: pinchos premiados en exceso

Cuando eres de León y estás acostumbrado a tapas gratis con la conaumicion y viajas a otras ciudades españolas que no profesan ese ejemplo y tienes que pagar por las tapas, esperas algo distinto, que vaya más allá de las croquetas, patatas con salsas y embutidos variados.

En la capital de Castilla, Valladolid, muchos sitios nos han sorprendido al ponernos unas pequeñas tostas de carne mechada y zanahoria rallada o unas chips de patatas con unas gotas de vinagre balsámico y pimentón, un detalle que se agradece para acompañar una cerveza.

A la noche me decanté por un bar que servía tapas elaboradas y algunas de ellas premiadas. Empezamos por un camarón mexicano, servido en una teja. Una barca crujiente con emulsión de camarón, guacamole y Lima, terminados con hilos de Chile y camarones fritos pero que estaban reblandecidos y nada crujientes, con sabores planos que no combinaban entre si no hacían honor a México y Andalucía .
Le seguía algo que también estaba premiado y  aunque desde mi punto de vista no era nada del otro mundo para premiar, es el que más destacó: chipiron a la sal, ahumado, con queso curado, salsa de tonta emulsionada y trigueros. El toque ahumado siempre es un plus.
Las tapas fuertes empezaron con una carrillera en salsa de regaliz y pera. Tierna y jugosa pero con una salsa muy subida de amargor con el regaliz y un trozo escaso de pera. Una forma de comer carillera que no sea con la típica salsa de vino tinto.

Una minihamburguesa de secreto ibérico con manzana, canónigos y un exceso de mostaza en grano que no a todo el mundo le gusta ya que tiene un sabor y un aroma muy potentes, pero el pan estaba crujiente y la carne en su punto.

Para terminar una tosta de foie fresco a la plancha poco hecho en el punto ideal para este ingrediente , acompañado de manzana caramelizada y una buena salsa de nnarqnja que combinaba francamente bien. El único pero quizá sea que la tosta era pan de molde y no era algo que quedara bien, pero con el foie no era algo que destacara en exceso como otros panes de semillas o frutas secas.

La próxima andanza nos llevará a tapear por varios lugares y distintas tapas, pero por hoy este queda en pendiente de repetir para ver su nueva carta y sus nuevos pinchos premiados.



Local: 4
Servicio:3
Comida: 3

Total: ★★★☆☆ 3,3

domingo, 14 de mayo de 2017

The club house: restaurante con variedad de cocinas

https://www.facebook.com/TCHdeleon/

Cuando vas a un centro comercial, te sueles encontrar con pizzerias, burgers y demás restaurantes de fast food, pero en este caso un fast food diferente que dobla mesas sin parar a un precio razonable en cuanto a calidad y cantidad.
Ofrece un menú del día completo por 11.50€ o si eres de los que comes menos, medio menú por 8.50€.
En mi opinión cualquiera de los dos menús es más que razonable, dependiendo de si tienes más o menos hambre, en nuestro caso, nos decantamos por compartir ambos menús para probar más cosas y satisfacer a nuestros estómagos.

Al gustarnos tanto la comida mexicana, nos decantamos por compartir un plato de nachos, con habas negras, pico de gallo, cheddar caliente y jalapeños en rodajas, con un picante agradable que no excedía ni incendiaba nuestras papilas para tener que apagarlas con cerveza fría.

Para continuar un hot dog con un pan crujiente, pero no de molde, al estilo baguette pequeña, bien rellenado y sin cortar hasta el fondo, como mandan los canones y acompañado con una salsa agria, queso y cebolla tostada y patatas (congeladas eso sí) pero al menos recién hechas y muy crujientes, algo que se agradece en lugar de las recién hechas, blandas y mal escurridas.

En mi caso, un wrap de jamón ahumado, lechuga, tomate y una crema de yogurt especiado que guarnecía muy bien, todo ello acompañado nuevamente de nuestras patatas ya mencionadas anteriormente.

Si acaso el único pero esta vez, fue nuestro querido postre... una tarta de chocolate y galleta al estilo de la abuela, que para mi gusto pecaba de jugosidad y falta de chocolate entre tanta capa de galleta, pero bueno no le restará demasiado ya que el computo general es bastante bueno.

Por último decir que los camareros muy atentos y veloces, a ritmo de doblar muchas mesas constantemente, limpiarlas a cada instante y pendientes a cada momento.

Puedo y debo recomendar el sitio, no para ir exclusivamente o sí, pero si estás pasando el día o la tarde en el centro comercial espacio León, es un bueno lugar de fast food pero con un toque más relajado y contundente.

Local: 2,5
Servicio: 3
Comida: 3.5



Valoración:★★★☆☆ 3

domingo, 7 de mayo de 2017

Restaurante Converso: No llega a profesar el cambio del antiguo local

Antaño este local era uno de los más reconocidos de León, el gran Mr PIB.
A día de hoy, en el cual el mundo hostelero sigue cambiando a una alta velocidad, el cambio de look y de nombre han hecho de este lugar un emplazamiento renovado pero que a mi personalmente me decepcionó bastante.

Dos camareras para una bar en la planta baja y el restaurante en la zona de arriba, daba pie a que el servicio iba a ir lento.
Comenzamos la cena con más de 30 minutos de retraso

algo que no me gusta es la espera en ningún ámbito de la vida, pero si para colmo tengo hambre, la espera es aún si cabe más tediosa.

Una ensalada césar que a priori debería de ser rápida y como entrante, no sólo era de cuarta gama, si no que encima estaba ajada y con hojas más ajadas que hacían que se deshiciera en la ensalada como una pasta desagradable.
Sin vislumbrar por ninguna parte la salsa césar, la ensalada fue un mero espectador de la cena.

Lo acompañaban unos "chupa-chups" a modo de croqueta redonda, de pavo y queso rellenando su interior.
Al intentar cortar, el rebozado no crujía, en parte también porque el fondo del plato estaba bañado en aceite de ajo.
Pero no era eso lo más malo, lo peor, es que el interior era una bola seca de pavo con un queso similar a un tranchete y sin nada de sabor.

En la foto en su web y en la carta, venían acompañados de un cuenco de salsa barbacoa, el cual reclamamos a la camarera pero dijo que no, que no llevaba nada de eso, así que bolas grasas y secas en su interior sin nada para mojar y modificar al menos el sabor.

Lo único bueno la pizza, a pesar de su base pálida y nada crujiente, el sabor del foie, los boletus y el jamón ibérico hicieron que al menos eso pudiéramos disfrutarlo y alegrar a nuestras papilas gustativas con algo suculento.

Esta vez no llegamos al postre, pero una vitrina en la parte del bar, mostrando las tartas, no incitan a ser degustadas.

Sin prolongar más esta crítica, siempre desde mi punto de vista y para gustos colores, después de varias oídas del pésimo servicio y una no muy buena calidad gastronómica, por mi parte nada más que agregar y un porcentaje casi nulo de repetir en este emplazamiento.

Local: 3
Servicio: 1,5
Comida: 1,5

Valoración:★★☆☆☆ 2

jueves, 16 de marzo de 2017

L'union: comida vegetariana en tierra carnívora

Cuando decidí ir a este lugar, tenía entendido (por comentarios de gente allegada) que para ser vegetariano tenía mucho sabor; y estamos equivocados cuando creemos que un plato de verduras es insípido y que no es contundente, se pueden hacer virguerías con unas verduras.
Si bien es cierto que ayer, no me convencieron para pasarme al lado más saludable de la piramide alimenticia.
Entramos en un local pequeño, antiguo, con una cocina abierta y mantelería de quita y pon, algo típico de menú de día, al cual no reprocho nada, ya que ha dado de comer a muchas generaciones a lo largo de los tiempos y se sigue haciendo.
Sitio abarrotado de gente y eso dice mucho también es cierto, ya que es algo cada vez más de moda dejar al lado carnes y pescados y lo cual incita a comer o cenar en un lugar así.
Un pero que pongo antes de empezar es el servicio; un camarero muy acelerado, hablando de manera muy poco correcta y en voz alta, sin saber hablar inglés con ciertos clientes y otra camarera, muy lenta y con voz muy suave, que bien mezclados, serían un camarero de bien.
Tras leer el folio del menú del día, nos decantamos por la pizza con ensalada, lasagna de espinacas y gnocchi de avena.
Del primero poco que decir, una buena base de pizza a la cual añades verduras y un queso que gratine bien y ya lo tienes hecho. Para guarnecerlo, una ensalada de lechuga, zanahoria, remolacha y soja ralladas, con una aliño algo insípido parecido a una mezcla entre mahonesa y lactonesa en cuya cima se encontraban unas pipas peladas.
Después de una pequeña espera entre plato y plato, aparecieron la lasagna y los gnocchi, a priori de aspecto más que parecido.
Los gnocchi eran de textura blanda, se desmenuzaban con facilidad, los imaginaba de otra manera, pero es cierto que me gustaron, al menos por ser algo diferente, a pesar de llevar una salsa de tomate y verduras pero que le restaban sabor a un producto que era sabroso de por sí sólo.
En cambio la lasagna,  aparte de su jugosidad, le fallaba el hecho de estar gratinada de igual manera que los gnocchi y la misma salsa de tomate, lo cual hacía que el resultado como bien decía al inicio, fuera más que similar.
Y para terminar como no puede ser de otra forma, con unos postres, para endulzar y finalizar la jornada de mediodia; tarta de manzana y tarta de requesón y frutos rojos.
No soy el mayor fan de los postres, pero cuando me nombran las palabras "queso", "limón" o "frutos rojos" no puedo decir que no, el problema es que me gustan los postres dulces, llamadme raro, pero no había probado algo más insulso e insípido en toda mi vida, ya sé que el requesón es muy desaborido,pero a la hora de emulsionar la tarta, con este ingrediente se te puede ir un poco de más la mano con el azúcar, a pesar de llevar una mermelada dulce, que no aportaba nada y una base de galleta sin sabor alguno, todo muy plano.
De la tarta de manzana comentar más de lo mismo, poco sabor, base sin sabor concreto y sin decir nada y eso que es difícil que una manzana no tenga sabor después de pasar por el horno con un poco de azúcar o almíbar, pero no fue el caso.

En resumen decir que un vegetariano no tiene por qué ser simple, plano o insípido, pero ha sido el caso, tal vez ha sido casual o que los platos no eran los idóneos, pero esa es la impresión que me llevo. No puedo recomendar el sitio, porque me vuelvo a repetir, que se puede hacer algo muy distinto con esos productos que nos da la tierra.

Local: 2
Servicio: 2
Comida: 2

Valoración:★★☆☆☆ 2

domingo, 5 de marzo de 2017

Becook: camino a marcar la diferencia


Un pequeño local bien aprovechado, con una cocina visible y que marca la diferencia entre salir de tapas o los platos de los mismos restaurantes en la ciudad.
Tiene un horario algo diferente a lo que encontramos aquí, cenas a las 21h o las 23h. Nosotros nos decantamos por la primera hora, al estilo europeo.
Una mesa de madera y asientos poco convencionales pero cómodos.
Tras echar un vistazo a la carta, nos ofrecen fuera de carta tres platos más, pero ya estábamos decididos.
Arrancamos la cena con una caja de madera con tres trozos de pan diferentes, nada del otro mundo, pero es un detalle (aunque sigo pensando que es un error cobrar 1 o 2€ por el pan en una comida o cena)
Decidimos probar el hummus de garbanzo con panceta, ajo negro y pan de centeno. Detalle a decir que una vez elegimos, nos dijeron que no era de garbanzos, había una variante, era de berenjena, cosa que no importó al final porque resulta interesante el “baba ganoush” tan típico de la cocina árabe.
Le acompañaban unos lardones de panceta confitada, que a simple vista parecía grasienta y blanda, pero sólo lo segundo, meloso y se deshacía en la boca.
A continuación, llegó el “Salmón perfecto” lacado con una salsa de miso, mostaza y miel y un arroz basmati  aromático en la base.
Un lomo de salmón generoso que alcanzaba ese punto de “perfecto” al estar cocinado a baja temperatura con una salsa que dejaba el regusto a esa fermentación del miso pero que combinaba muy bien con el dulce de la miel y los granos de mostaza.
Como plato fuerte, el “tataki de pato, reducción de px y noodles de arroz”, todo un acierto, ya que el punto era perfecto y el sabor de la corteza exterior le daba un toque de crujiente junto con las escamas de sal y los noodles le hacían una cama perfecta para acompañarlo.
Por ponerle una pega al plato, pecaba de un ligero toque de soja en la salsa, que no dejaba apreciar el vino dulce reducido.
Y para terminar, de mejor manera imposible, un postre que a mí personalmente me gustó sobremanera: “Roger rabbit” su interpretación de la carrot cake, con crema inglesa de zanahoria, crema de queso y helado de guinnes. Una crema muy diferente, el toque del queso cremoso y sin lugar a dudas un helado muy bien elaborado con esta maravillosa cerveza.
Una combinación fabulosa que recomiendo probar.
Son unas raciones medianas para compartir pero que con tres o cuatro para dos personas, como fue el caso, es una cena más que suficiente.
Por último decir que las camareras muy agradables, explicativas y marcando muy bien los tiempos.
Así pues, para salirte del picadillo, huevos rotos con patatas, croquetas de lo de siempre y pasar una velada muy diferente aunque sea a hora poco habitual, visiten este lugar.


Comida: 4
Local: 4,5
Servicio: 4


Valoración: ★★★★☆4,1