En Llanes hay sidrerías por doquier, como en toda
Asturias, pero esta, especialmente a rebosar, nos llamó la atención en nuestro
paseo en busca de un lugar para cenar. El local invitaba a entrar y eso hicimos;
entre la maraña de gente que había en la barra, pedimos mesa para dos y, con
buena suerte, nos concedieron una esquinada, con espacio y con un camarero que
derrochaba simpatía.
Mesas de madera rústicas, manteles de papel y
escanciador de sidra en la mesa.
Lo teníamos claro, queríamos comer raciones de la
zona regadas por unas buenas botellas de sidra fría.
Para comenzar, unos bígaros: templados, como mandan
los cánones, una buena ración para ir haciendo boca sin llenarse. Poco que
añadir más allá de su frescura y de su potente sabor a mar.
No podía faltar un buen pastel de cabracho,
untuoso, con su cogollo blanco de lechuga en juliana y bien crujiente y su
salsita rosa para poner en tostas de pan fino.
Otro clásico, chorizo a la sidra, como no podía
ser de otra manera. Buen caldo de cocción y sin exceso de grasa, todo un
acierto para terminar ese pequeño trozo de pan absorbiendo todos los jugos.
Y nada mejor para terminar, en sitio costero, que
unos mejillones en salsa marinera. Calientes, enormes y con un sabor
excepcional, que mereció otra bandeja de pan y seguir empapando todo ese gusto
que quedaba en la cazuela de barro.
Pero si hay un clásico en Asturias con el que
cerrar una maravillosa cena, como en este caso, es el arroz con leche, con su
caramelo requemado encima. Meloso, crujiente y con el toque justo de canela
para acompañar un café que ponía el cierre a una velada improvisada y
enriquecedora.
Recomendado 100% a los que visiten Llanes y
nosotros, pensando en volver ya el año próximo y repetir en un sitio que nos
dejó más que buenas sensaciones.
Comida: 4,5
Local: 4
Servicio: 4,5
Valoración: ★★★★☆ 4,3