domingo, 2 de octubre de 2016

Restaurante hospedería monástica pax: Comida casi celestial

En un enclave conocido de León, en plena Plaza del Grano, se ubica este Convento de las Carbajalas, remodelado en una de sus partes como hotel y restaurante, además como de albergue para peregrinos.
Un comedor nuevo, blanco, pulcro, luminoso y que en sus paredes cuenta con obras de arte eclesiásticas.
Disponen de una pequeña carta con productos de la tierra pero nosotros nos decantamos por la opción del menú degustación de 30€ compuesto de seis platos.
El primer entrante constaba de un pastel de puerros de Sahagún, crema de cecina y su crujiente. La crema era ligera pero con el sabor inconfundible de nuestro embutido más emblemático y aprovechando otro producto local de cerca de León, para hacer un pastel jugoso.
Continuamos con un atadito de brick, pulpo y boletus. Crujiente, un guiso en su interior delicioso y sin una pega.

El plato de pescado (a pesar de ser muy carnívoro) me encantó, pez San Pedro (nunca lo había probado y ya tenía ganas) dos partes del lomo, melosas, con un alioli de ajo negro gratinado que hacia el plato subir de nivel y con un ragout de langostinos que guarnecía y redondeaba el plato de manera sublime.
Para bajar un poco estos primeros platos y antes de la carne, un sorbete de melón, simple y refrescante, cumpliendo la función de limpiar el paladar y asentar el estómago ante los dos últimos platos.
Que mejor manera para ir finalizando que un buen plato de guiso de rabo de ternera en su salsa y un puré de patata y queso gratinado, que hacía que el plato pidiera a gritos acabar con el poco pan que quedaba en el cesto.
Y como no podía ser de otra manera y ya que el chocolate es de lo que más suele gustar (al menos hasta ahora) tarta de dos chocolates y mermelada de naranja. Dulce, amargo y combinación más que conocida entre estos dos amigos de la repostería.
Es un sitio al que he ido en varias ocasiones al menú diario y no me ha defraudado más allá de que la carta para compartir está muy bien pero no es nada del otro mundo. Recomiendo, por su monasterio y su entorno, un lugar en pleno casco histórico que cumple (por lo que he oído) con creces, para peregrinos, huéspedes, religiosos y amantes de la buena gastronomía.

Comida: 3,5
Local: 3,5
Servicio: 3


Valoración:★★★☆☆ 3,3

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