Si hay
un lugar simbólico en León, esa es la colegiata de san Isidoro, que no sólo
hace las veces de basílica y museo, donde dicen que se encuentra el auténtico
santo Grial, sino que también en su parte trasera hallamos la entrada a su
claustro por el cual accedemos al restaurante.
Un
pequeño paseo que nos dirige hacia unas escaleras de piedra con techo de madera
que se conserva desde su inicio.
Es
evidente que está reformado para su nuevo uso pero la armonía está bien
adecuada.
Un
comedor luminoso, estrecho y bien decorado para seguir con lel acuerdo de
clasicismo y modernidad.
Ofrece
una cocina en esas mismas líneas, mezclando lo tradicional con las nuevas
técnicas culinarias que nos acompañan y evolucionan con el tiempo.
Un menú
del “cabildo”, cocina de cuchara, a fuego lento, sin prisa para que los sabores tengan aún más para decirnos a la
hora de comer.
Pero en
esta ocasión nos decantamos por el menú de día, que sirven por la noche
también.
Una
propuesta de aperitivo de la casa, entrante, plato principal y postres a elegir
entre cinco opciones de cada uno de ellos.
Si bien
este mismo menú puede elegirse en menú degustación de una selección de cinco
platos propuesta por ellos mismo, aún así decidimos elegir por nuestra cuenta.
Para
comenzar nos recibieron con una pequeña tosta de morcilla y un trozo de
manzana, combinación más que correcta pero que no decía mucho.
La
elección de los entrantes fueron unos trigueros a la plancha, con rúcula y
bacon en lardones acompañado de una espuma de carbonara, algo que gustó pero
sin ser excepcional.
En
cambio el arroz con rabo de cerdo frito y calamar, fue de las mejores
elecciones por su punto de cocción, la textura del rabo frito y el calamar
tierno, todo un acierto de sabor y composición.
Seguimos
con pluma ibérica, puré de boniato y rúcula. En su punto óptimo, como lo
pedimos y el puré muy acorde con el sazonado y el punto dulce de la batata, si
acaso la pega sería la repetición de la rúcula que había guarnecido al entrante,
pero es un simple matíz.
Terminamos
con el postre que tenían ese día, tiramisú (aunque también disponían de tarta de manzana y flan de higos entre otros) Para mi no fue la mejor conclusión,
era artificial y demasiado seco, no ofrecía la melosidad de una crema de
mascarpone y huevo y el exceso de sirope de chocolate no dejaba apreciar más
sabores.
En
aspecto general es un sitio que invita a entrar, la comida siempre puede
mejorar pero necesitaría un par de visitas más para saber si acerté con estas
palabras o tengo que replanteármelas.
Comida 3,5
Servicio:
3,5
Local: 4
Valoración: ★★★☆☆3,6