Aprovechando un evento familiar, fuimos a este
restaurante a escasos metros de nuestra querida Catedral de León, en una de sus
bocacalles principales.
Un restaurante que también posee un hotel y con un
comedor moderno en la parte de arriba y uno más clásico y resguardado en su
parte baja.
Era un menú del día que ofrecía diez primeros y
diez segundos (cosa que no me suele gustar), ya que ofrecer tanto suele ser
sinónimo de una calidad normalmente inferior debido a tener que cubrir con
criterio cada uno de los 20 platos es algo complicado.
Me decanté por un guiso de alubias y chipirones; me
gustó, en este caso un guiso en un menú del día (siempre y cuando esté bien
ejecutado) es un “triunfo” ya que te permite jugar con algo hecho de antemano.
Potencia de sabor en el conjunto de una muy buena combinación.
Del segundo no puedo opinar lo mismo… taquitos de
buey, higo agridulce, patatas y pimientos. Al leer taquitos, uno se imagina
unos dados de carne al menos de un tamaño medio, pero en este caso no, eran más
bien dados de parchis, diminutos, lo cual fue un “problema” porque los pedí
poco hechos, pero, es muy complicado ya que eso nada más tocar la sartén o la
plancha se habían pasado más allá del punto “well done” que diríamos para el
muy hecho.
De postre unas bolas de helado artesano, hay que
reseñar que antes del hotel y el restaurante estaba ubicada y está a dia de
hoy, frente a la pulcra leonina, la heladería Albany, así que ahí no podían
fallar a la hora de los dulces.
No es un sitio al que tengo pensado volver por
ahora, debería de haber un cambio muy notorio para que decidiera volver a
deleitarme gastronómicamente allí.
Comida: 2,5
Local: 3
Servicio: 2
Valoración: ★★☆☆☆2,5